sábado, 24 de enero de 2009

Las patas de Salomón















CATARINA VALDÉS «La vida es el río que nos lleva mientras dirigimos nuestra barca hacia un lado u otro, hacemos paradas, creemos dominarla y nos sentimos grandes. Pero, no se engañen, quien nos lleva es siempre el río. Ahora comenzaré a contarles la historia de mi vida y el porqué estoy aquí...». Con estas palabras, el Nobel portugués abría el curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo hace hoy más de ocho años. En aquel entonces, un enérgico Saramago depositaba sus experiencias en el aula santanderina mientras terminaba La caverna, dando fin al tríptico iniciado con Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres. Nuestro siguiente encuentro se produce el pasado mes de diciembre en la presentación de su última novela. El anfiteatro Gabriela Mistral que la Casa de América puso a disposición de la editorial Alfaguara, se encontraba lleno de periodistas expectantes. Y José Saramago apareció con paso lento, meditativo y como quien tiene aún mucho que decir. También Salomón, sobre el que giran todos los personajes, nos habla desde su silencio. El elefante reviste caracteres propios de los héroes saramaguianos, normalmente personajes sencillos, perdedores desde un punto de vista material, que se oponen sin estridencias al ritmo frenético de la sociedad. Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior Solimán, como el archiduque Maximiliano decide llamar a Salomón, necesita dormir una siesta mínima de dos horas, camina sin prisa, y aunque viaje de Lisboa a Viena, siempre se encuentra en la India, «una India que suceda lo que suceda (...) permanecerá intacta en su interior». Pero esto no lo sabemos por el propio Salomón, sino a través de Subhro o Fritz, su cornaca o álter ego. El autor no quiso personificar al paquidermo, ni darle su propia voz. «Entre hablar y callar, un elefante siempre preferirá el silencio, por eso le habrá crecido tanto la trompa, además de transportar troncos de árboles y trabajar de ascensor para el cornaca tiene la ventaja de representar un obstáculo serio para cualquier descontrolada locuacidad». Son los propios hechos quienes nos demuestran las virtudes del proboscidio, como cuando la niña vienesa corre hacia él, y éste la toma por la trompa para evitar pisarla; o cuando su cuidador le ruega que se arrodille ante la basílica de San Antonio, con el fin de que el Santo hiciese su propio milagro ante los patavinos. ¿A qué se debe esta actitud? Es un misterio que el propio Saramago considera imposible de desvelar. Por eso, el autor de Levantado del suelo explicó durante la presentación del libro sus reticencias a otorgar pensamientos humanos a Salomón; lo importante para él era su experiencia en el trayecto, y cómo ésta se transforma en una metáfora de la vida humana. «La vida es un viaje, un estar vivo, una especie de caminar»; sin embargo, el recorrido no es el leitmotiv de la obra, sino el final que le acontece a Solimán. El autor indaga de esta forma sobre la dignidad humana, sobre la finalidad de la existencia y el olvido que comporta la muerte. A pesar de estar ubicada en el siglo XVI y de basarse en un hecho verídico no estamos ante una novela histórica, sino ante una fábula filosófica, desnuda de moraleja y con la finalidad de que el lector extraiga sus propias conclusiones. En 1551 el rey de Portugal Juan III regala un elefante a Maximiliano de Austria con motivo de su matrimonio con María de Habsburgo, hija de Carlos V. El paquidermo inicia su periplo desde Lisboa hasta Viena, cruzando Castilla, el norte de Italia y los Alpes. Saramago comienza a indagar en las fuentes, pero los datos que aparecen son escasos. Se conoce el itinerario del elefante, y el hecho de salvar a una niña pequeña a su entrada en Viena. El resto es el propio autor quien se imagina cómo habría podido acontecer. También el cornaca, Subhro, está basado en un personaje real; en este caso, es el poeta hindú Subhro Bandyopaphyay becado por la fundación Antonio Machado y residente este año en Soria. Si bien la intención del Nobel portugués fue la ficción y no la realidad, no se encuentran en El viaje del elefante anacronismos lingüísticos; lo que fluye es la percepción del propio novelista, y no el lenguaje histórico. El autor de El año de la muerte de Ricardo Reis se guarda de los peligros que conlleva el relato histórico, saltando constantemente del siglo XVI a nuestra época. Narrador omnipresente intercala fragmentos del trayecto con sus propios pensamientos, ora interpelando al lector («Y cómo se entendía entre ellos, preguntará el lector curioso y amante del saber...») ora desvelando su sustrato cultural («El objetivo más próximo es la ciudad de mantua, ya en la lombardía, famosa por muchas y excelentes razones, siendo una de ellas un cierto bufón de la corte ducal, llamado rigoletto, a cuyas gracias y desgracias, más adelante, el gran giuseppe verdi pondrá música»). El viaje del elefante tampoco está exento de crítica social; las ciudades y sus habitantes salen al encuentro de Salomón. A modo cervantino, Subhro va conociendo personajes de diferentes estratos sociales, lo que confiere al relato una visión completa de la sociedad de la época. Al igual que Sancho y don Quijote viajaban parándose en posadas, y conociendo diferentes tipos de gente, lo mismo le sucede a Fritz y a Solimán, despertando la admiración o la reticencia de los pueblos por donde pasan. Si bien es cierto que Saramago nos tiene acostumbrados en obras anteriores a una crítica aguda, en esta ocasión reviste su perspicacia de un tono amable, donde lo fundamental es la ironía y el buen humor. La vida sucede ante los ojos del paquidermo cuya visión parece impregnar la novela. «Lo que nos salva es el buen carácter de los elefantes, especialmente el de los oriundos de la india. Piensan ellos que es necesario tener mucha paciencia para soportar a los seres humanos, incluso cuando los perseguimos y matamos para serrarles o arrancarles los dientes y quitarles el marfil. Entre los elefantes se recuerdan con frecuencia las famosas palabras pronunciadas por uno de sus profetas, esas que dicen, Perdónales, señor, porque ellos no saben lo que hacen». También la calma de la que el proboscidio hace gala está presente en toda la obra. De hecho en El viaje del elefante hay ausencia de ritmo armonioso, de forma que muchos pasajes transcurren lentamente, como si se obligase al lector a hacer un alto en el camino. El narrador retrasa la acción con detalles nimios, enfrascado a veces en sus propios pensamientos, retardando el tiempo y produciendo el efecto de estar en el siglo XVI y viajar a pie. Pero esta irregularidad, que podría llegar a causar hastío, es salvada al introducir anécdotas y encuentros que avivan la novela. Aunque en su esencia El viaje del elefante nos hable de la dignidad y del sentido de la vida y de la muerte, hay otro rasgo esencial que lo caracteriza: la ironía. Contada la historia en el estilo al que acostumbra Saramago, es decir, diálogos separados por comas, ausencia de mayúsculas, precisión en el lenguaje, y párrafos que se dilatan en hojas y capítulos, es el sentido del humor el que confiere un gran valor a la narración. «Por más incongruente que le pueda parecer a quien no ande al tanto de la importancia de las alcobas, sean éstas sacramentales, laicas o irregulares, en el buen funcionamiento de las administraciones públicas, el primer paso del extraordinario viaje de un elefante a austria que nos proponemos narrar fue dado en los reales aposentos de la corte portuguesa, más o menos a la hora de irse a la cama». El ingenio se transfiere no solo a las descripciones o a las disertaciones del autor, sino también a los diálogos. Es otro de los aciertos de la novela; ante la ausencia de descripciones psicológicas de los personajes, éstos se desnudan ante sus propias palabras de forma que el lector pueda ir conociendo el carácter que les distingue. Si la vida es el río que nos lleva Salomón nos mira mansamente desde la orilla para recordarnos que lo fundamental no es el final del trayecto, sino lo que acontece después de la llegada. Una reflexión abierta que nos invita a detenernos y a considerar nuestra propia existencia.

lne


Muy buena sinopsis de la obra del escritor por excelencia, se trata de Saramago y su "Las Patas de Salom´pn", viaje de un elefante que es narrado desde los ojos del paquidermo, con su supesta paciencia, Saramago es uno de mis escritores favoritos y siempre me lleva a la reflexión, estoy seguro que esta obra estará muy bien y si quien escrube sobre ella es capaz de hacerlo como lo hace Ctarina podremos imaginarnos como lo hace el autor de la obra.

4 comentarios:

Sandra dijo...

Tantos Blogs que no se si eres Silvo el que me comento en mi Blog porque l verdad que ando un poco perdida jajajajaja... de todas maneras gracias por pasarte por mi blog...

silvo dijo...

Si sandra, he sido yo, he visto que tenía productos asturianos, yo soy de Oviedo también y te he mandado un comentario, gracias por pasarte tú por mi blog,a mi me ha gustado la forma como llevas el tuyo.saludos

Néstor dijo...

Me apunto el libro. Me avergüenza decir que he leído poco de Saramago (o Sara Mago, como dijo no sé quién). Es algo que tengo que resolver.

silvo dijo...

Si Edmond, viendo tu línea, te aseguro que te va a encantar.saludos