sábado, 22 de noviembre de 2008

«Sé que mi hija va a matarse; ayúdenme»





Mari Fe García Espiñeira es, en realidad, la vida de su hija. Desde hace trece años tiene el corazón en un puño. «Sé que mi hija va a matarse; necesito que alguien me ayude», suplica. La vida por la que se desvela Mari Fe García, de 45 años, es la de María López, de 26 años, enferma de anorexia desde los 13. Sobre su frágil cuerpo pesan una veintena de ingresos hospitalarios por desnutrición y reiterados intentos de suicidio. Mari Fe García sabe que no puede dejarla sola ni un segundo; se ha convertido en su sombra para evitar que su hija vuelva a decidir quitarse la vida. La última vez lo intentó el pasado 19 de abril y estuvo a punto de conseguirlo, lanzándose al vacío. Por eso, esta avilesina lanza un grito de socorro desesperado. Los médicos, dice, no saben cómo tratar a su hija y los hospitales especializados de la Seguridad Social le cierran la puerta apelando a las listas de espera. «Ya no sabemos a dónde llamar. Hay días en los que pienso que vivo en una pesadilla continua, que no es real. Están lapidando a una chica de 26 años», relató ayer a LA NUEVA ESPAÑA. Mari Fe García ve cada día, desesperada, cómo a su hija se le escapa la vida. Los desórdenes alimenticios de María López comenzaron a los 13 años, en plena adolescencia, tras una infancia dura por conflictos familiares. Con tan sólo 15 años tuvo el primer intento de suicidio. Su madre y su abuelo la encontraron en la bañera, en medio de un charco de sangre. Se había cortado el cuello y las muñecas. El último fue hace siete meses. Sobrevivió de milagro. La joven huyó de casa y se tiró desde la cantera de Burgos, en las afueras de Avilés. Sufrió siete fracturas de pelvis y cuatro de cadera que la tuvieron tres meses inmovilizada y que, hoy por hoy, la obligan a caminar apoyada en una muleta. María asiste muda al dramático relato que hace su madre. Sólo asiente, con la mirada extraviada, en silencio. Pero Mari Fe García, la madre que a fuerza de voluntad logra que su hija se mantenga con vida, no quiere que se le quede dentro ningún detalle de su historia. María ingresó en el Hospital Central y en el San Agustín dieciocho o veinte veces por la pérdida drástica de peso (mide 1,70 metros y llegó a pesar poco más de treinta kilos). Su madre ha ido de médico en médico, de psicólogo en psiquiatra reclamando una solución para su hija; ayuda que, denuncia, nunca llega. «El 17 de abril fuimos a urgencias del San Agustín. María se encontraba muy mal, decía que le estaban pasando cosas muy malas por la cabeza y pidió que la ingresaran. No lo hicieron. Dos días después se tiró por la cantera», explica la madre. La propia María, malherida, avisó a su madre, que llamó a los servicios de emergencia. «Aún no sé cómo sobrevivió. Se tiró y se destrozó la cadera y las piernas, pero me llamó por el móvil diciéndome lo que había hecho y que no podía moverse. Los médicos que la atendieron pensaron que se quedaría paralítica...», relata. Y sigue: «En el San Agustín nos dicen que no la saben tratar, que necesita un hospital específico para ella, que tiene solución. Pero luego nos dicen que no tienen una varita mágica. ¿Y qué pretenden que haga yo? ¿Dejar que mi hija se muera? ¿Una chica con 26 años? Esta impotencia no se puede soportar», indica. Esta madre avilesina también ha llamado a la puerta del Servicio de Salud del Principado de Asturias. «Lo primero que me dijeron fue que en Asturias nunca se han hecho derivaciones psiquiátricas, pero lo intentamos en un hospital de Zaragoza y dos de Madrid, públicos. Fue como ver una luz al final del túnel», explica. Pero el atisbo de esperanza se apagó poco después. Las tres solicitudes, denegadas. «La rechazaron. Nos dijeron que había lista de espera. En el Sespa aseguran que no tienen problema en derivarla, pero no la aceptan. Nos dicen que tiene solución, pero que aquí no saben dársela. Mi hija no es esquizofrénica, ni psicótica, es una chica normal. ¿Qué hago? ¿Le pego un tiro y luego me pego otro yo?», se pregunta Mari Fe García. María López, a su lado, permanece muda. Según la madre, sólo le ofrecen un tratamiento paliativo. Es decir, «tenerla encerrada, incomunicada, entre pacientes esquizofrénicos, psicóticos y ancianos. ¿Es la solución para una joven de 26 años?», se pregunta buscando una respuesta que nadie le da. La familia ya intentó la vía de la medicina privada a la que, por ahora, dice no poder acceder por cuestiones económicas. «Estuvo cinco meses en una clínica privada. Me gasté tres millones de pesetas. Estuvo bien un año, allí mejoró. Parece que, o tienes dinero, o no hay nada que hacer», añade la mujer. Mari Fe García está de baja. El sufrimiento de los últimos años ha desembocado en una depresión. Pasa junto a su hija las 24 horas del día. Duerme con ella. No salen ni a hacer la compra. De eso se encarga el abuelo materno de María, que se recupera de un cáncer. Madre e hija pasan la mayor parte del tiempo en casa de los abuelos maternos, en San Cristóbal, luchando para sostener una vida que pende de un hilo. «Es muy duro. Nadie puede imaginarse lo que estamos pasando, la impotencia que sentimos», añaden los abuelos, destrozados al ver cómo su nieta se ha ido marchitando. María López deja pasar las horas entre la almohada y las pastillas. Se levanta tarde de la cama, se asea, apenas come, se echa la siesta, se sienta en el sofá y deja pasar otro día. «A veces escucha música, lee, pero se aísla y no habla de nada. Tiene tanta medicación como un psicótico: por la noche toma unas diez pastillas, al levantarse otras cuatro, a la hora de comer tres más...», relata su madre. La joven, aseguran en su casa, es consciente de que está perdiendo, encerrada, los mejores años de su vida. «Me dice que sus amigas se están casando, están teniendo hijos mientras ella está viendo pasar los años entre la cama, el sofá y medicación. Ya padece una minusvalía del 67 por ciento a raíz de la anorexia», explica Mari Fe García. La enfermedad impidió a María López cursar los estudios de Secundaria como sus compañeros y amigos. Obtuvo el graduado de la ESO en el Centro de Educación de Adultos, ubicado en el barrio de pescadores, y trabajó de camarera y en una panadería. Hoy ya no puede. Su madre quiso lanzar una petición de ayuda a través de este periódico. El final de su relato se convierte en una cadena de preguntas sin respuesta: «No estoy pidiendo que la ingresen en el mejor hospital del mundo sino en un centro de la Seguridad Social especializado, ¿es tanto lo que pido?, ¿puedo hablar con el Defensor del Pueblo?, ¿debería denunciar a la Seguridad Social?, ¿los Servicios Sociales no hacen nada en estos casos?, ¿sin dinero no hay nada que hacer?, ¿recibiremos algún día ayuda en vez de tortazos?». Mientras espera por respuestas continúa con el corazón encogido, acaricia el cabello de su hija y sueña con que mañana una puerta se abra para ellas.


Queda claro que necesita ayuda, vamos a ver si la consigue.


Dios mío, qué historias y nosotros peleando por tonterías ( tonterías al lado de esto).


Hay que reconducir la conducta destructiva de esta chica, no debe de dejarse que camine hacia la autodestrucción.


!Qué infierno estará viviendo esa madre!, no puede, ni debe ser una cuestión de dinero, cotizamos para recibir asistencia.


Mari Fe, espero que tengas la suerte que necesitas y os curéis tod@s a los que os afecta esta "peste" que os ha caido.





4 comentarios:

pro_magicalonso dijo...

Este es un drama que azota a muchos jovenes, yo lo he vivido a través de una compañera de trabajo que murió por anorexia y la verdad que se pasa muy mal, tanto la persona que está así, como todo su entorno, de esto que hablo fue hace casi 10 años y veo que aun siguen los problemas.
Gran culpa la tienen los diseñadores, que las pasarelas están llenas de jovenes que están en los huesos liteeralmente y si una modelo está normalita nada de los huesos pues no la contratan porque la ven gorda y estoy hablando de modelos que están superdelgadas pero para ellos no lo están.
Después también parte de culpa la tienen las marcas de ropa que no tienen todas las tallas, en lugar de tirar a tallas normales se van a tallas extra pequeñas.
Todo eso los jovenes que se fijan en todo eso, pues se dejan influenciar y al final caen en este mundo del cual después resulta muy dificil salir.
Ojalá y esta madre consiga ayuda para su hija y que su hija pueda salir de este drama.
Saludos

silvo dijo...

Cierto que no se de donde sacan que la delgadez es bella.

No existe la belleza si no es para alguien, hay muchos tipos de belleza y a tod@s no nos gusta lo mismo afortunadamente.

En cuanto a las pasarelas si tiene mucha culpa, esos diseñadores creen que las modelos lucen mejor sus creaciones, "tienen percha", si son creadores que creen para tod@s.

Las tallas de la ropa, también te doy la razón en eso, deben de ser para toda la población, nadie tiene que irse a tiendas especializadas.

Siento lo de tu compañera de trabajo que no ha salido de ese problema, y pido, desde aquí que se trabaje seriamente, se puede empezar por los apartados que tu apuntas,en evitar estos dramas.

La belleza no está en una única y "clonada" figura, afortunadamente.

Saludos

Tordon dijo...

Impresionante documento, Silvo.
Y creo que la "mágica-alonsista" ha puesto el dedo en la llaga.
La verdad es que, contemplando esas fotos, le entran a uno escalofríos.

silvo dijo...

Eso no debe de sucedre Tordon.Saludos