martes, 15 de diciembre de 2009

Con mucho ruido el sexo genera problemas

Al final todo se reduce a una cuestión de decibelios: a 47 llegaron los gemidos de los coitos de Steve y Caroline Cartwright. Un registro que los ha convertido en el hazmerreír de los tabloides y en la peor pesadilla de sus vecinos, que los han denunciado por quebrantar el silencio de su urbanización.

En realidad, el de los Cartwright es un drama en dos actos. El primero se representó en abril, cuando se les impuso una multa de 200 libras y una orden de silencio después de 25 quejas de los vecinos y de la intervención municipal y policial. El segundo, ayer en un tribunal de Newcastle, donde Caroline se reconoció culpable de incumplir el toque de queda dejando la puerta abierta a una sanción mayor.

Por supuesto, el proceso ha dejado momentos impagables. Sobre todo aquél en el que la sala ha escuchado la grabación de los coitos de los Cartwright por cortesía de la responsable de salud medioambiental del ayuntamiento, que instaló un sofisticado equipo de sonido en la casa de al lado. Lo activaba Rachel O’Connor, vecina de la pareja y víctima propiciatoria de tanto trajín.

O’Connor se quejó en el juicio de que el ruido la había obligado a llegar tarde a trabajar y subrayó que no era algo natural: "Es un ruido extraño. Como si ambos sufrieran un dolor considerable. No puedo describirlo, pero es completamente excesivo y nunca había oído algo similar".

Sesiones de sexo con cambio de horario
La sentencia de abril obligaba a los Cartwright a evitar cualquier "grito, alarido o vocalización que suponga una molestia". Y no se puede decir que la pareja no se haya esforzado en cumplirla. Caroline ha explicado en el juicio cómo modificaron sus hábitos cambiando sus sesiones de sexo de la noche a la mañana. Si antes se ejercitaban entre la medianoche y las 3 de la mañana, ahora lo hacían entre las 6.30 y la hora de ir a trabajar.

Caroline intentó dejar de gritar. Pero según ha explicado al juez le era imposible y le hizo empezar a beber y a tomar antidepresivos. "Luego", explicó, "intenté controlar el ruido e incluso intenté poner una almohada sobre mi cara para intentar atenuarlo. Pero no disfrutaba y empecé a llorar y mi esposo me dijo que hiciera ruido si tenía que hacerlo. No entiendo por qué la gente me pide que no haga ruido. Para mí es algo normal. Es algo que no hago a propósito".

La defensa argumentó que perseguir los gemidos atentaba contra el artículo número ocho de la Ley de Derechos Humanos del Reino Unido, que protege el derecho "al respeto por la vida íntima y familiar" de los seres humanos. Un argumento que no parece haber convencido al juez, que en enero impondrá una nueva pena a los Cartwright.

elmundo

Si son libres de chillar cuando realizan sexo, el problema es que los ruodos molestan a los demás vecinos, primero no dejana conciliar el sueño, luego les despertaban por la mañana, deben buscar, como sea, otros horarios, o irse al campo, no dejar de practicar sexo pero si no molestar a nadie.

Un conocido mío estando de vacacioens en su segunda vivivenda, comprobaron que se oían los gemidos, fuertes también de una mujer, y ella le dijo a él, "rápido, asómate a la ventana no vayan a pensar que somos nosotros" jaja

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el ruido del sexo es mejor que cuando los vecinos hacen obras, una cosa dura muy poco y la otra mucho..

silvo dijo...

Si mucho mejor donde vamos a parar pero lo que fastidia, me imagino, son las horas, saludos jordim